otsukaLeer Buda en el Ático de Julie Otsuka (Duomo Ediciones, 2012) te deja sin aliento. En esta novela corta no hay descanso para los desposeídos… ni para los lectores. Narrada en la primera persona del plural, la novela sigue las vidas de un grupo de mujeres japonesas de clase baja, campesinas sin mucho futuro en su tierra natal, a través de su viaje a Estados Unidos, su recibimiento por los que pronto se convertirán en sus maridos, sus historias para no dormir en un país en el que no son bienvenidas, sus relaciones con las segundas generaciones y su desaparición.

Si los lectores conocen la historia de la inmigración japonesa en Estados Unidos a lo largo del siglo XX, no se sorprenderán ante los eventos que Buda en el Ático nos presenta. Quizás sí que se sorprendan por la maestría narrativa de Otsuka, cuyo estilo acaba siendo un auténtico mazazo. El uso de ese narrador plural en primera persona nos enfrenta a una experiencia y un trauma colectivo que se entrelaza con testimonios individuales. Ese ‘nosotros’, ese ocasional ‘yo’, se enfrentan a un sistema de poder que los invisibiliza. El último capítulo de la novela, que cambia a la focalización de aquellos ciudadanos americanos que han sido testigos silenciosos de la desaparición de los japoneses en sus comunidades, nos revela la ingenuidad de los primeros, que creen el discurso de las autoridades, que creen que, allá donde estén, los japoneses estarán bien. Poco a poco, se darán cuenta de que habitan con la sombra de aquellos que han desaparecido, aquello que de alguna forma han dejado ir.

La novela, en última instancia, niega la total desaparición de los japoneses en Estados Unidos: son y serán una presencia que persigue la historia del país. Buda en el Ático juega con la repetición y no nos deja olvidar: esta es una historia que tiene que ser contada una y otra vez. Y esta repetición confiere a la narrativa un ritmo casi acelerado, que acentúa lo devastador de esta historia. Otsuka, al final, nos habla de la supervivencia: la de las mujeres protagonistas con su voz colectiva y la de una historia que no se puede, no se debe, olvidar.