Será que no llevo años escuchando su único disco y nada, sigo sin saber qué pensar de Rob Dougan. Tiene pinta de matón y es (o fue) DJ de éxito pero canta con voz rotísima e íntima, le daba duro a los clubes londinenses pero luego compone piezas instrumentales con orquesta, lo petó con música furiosa pero ahí lo tienen con letras curradas y poéticas. Es, en definitiva, un misterio, una rareza, un caramelo paramusical al que es imposible resistirse.

Se llama Rob Dougan (se ve que también ha firmado como Rob D.) y es australiano. Se dio a conocer cuando su tema ‘Clubbed to death’ (una potente pista electrónica con bajos muy marcados) apareció en ‘The Matrix’, en el 99, aunque ya llevara rondando tablas unos cuantos años. No sé si aquel éxito le gustó pero al poco tiempo firmó una ‘Clubbed to death 2’ que tiraba de cuerdas, piano y percusión como si no hubiera mañana, construyendo un drama imposible de colocar en discotecas.

Una vez leí una entrevista con él en la que se enorgullecía de mezclar estilos como el que no quiere la cosa: ahora un corte instrumental de fuerte carácter cinematográfico, ahora una cosa de chips y sintetizadores que luciría con gusto Fatboy Slim, ahora un tema cantado lento, atmosférico y con sabor a whisky y humo. A veces, todo de golpe. Estamos hablando de un tipo que arrancaba su hitazo para pistas sampleando a Elgar (¡bien!) y que metía por ahí a Holst o Satie sin darse aires.

Rob_Dougan_-_Furious_Angels

Él mismo clasificaba su disco, como iba diciendo, de algo más allá de los géneros, una cosa «agenérica». Es la mejor advertencia para aproximarse a ‘Furious Angels’, único elepé que ha publicado (data del 2002, no esperen que vuelva) y que salta de una cosa a otra sin romper la coherencia. Me faltan recursos de crítico musical, o atrevimiento, o pedantería, para ponerle etiquetas. Les puedo decir que se toma sus descansos, crea ambientes, golpea duro y sin piedad, se recoge, sube, baja. Hay vigor, furia, dolor, pérdida, un universo propio. Es un enigma, como su propia creador, y uno que redescubro de vez en cuando desde hace siete u ocho años.

Hay dos cortes, en concreto, de los que estoy enamorado. Pocas canciones me han marcado más, pocas me parecen tan perfectas. Se trata de ‘There’s only me’, recriminación post-amor con añoranza y enfado, y especialmente ‘Nothing at all’, himno de abandono, de supervivencias, de ausencias, pero también de calma y aprendizaje, con frases tan contundentes como «I want to be still, I want to walk into your grave where I can shelter in peace». Su tremenda versión instrumental no desencajaría en un ‘Silent Hill’, junto a la música de Akira Yamaoka, y eso lo dice todo.

Igual que ‘O’ o ‘9’, de Damien Rice, o el disco de Dead Man’s Bones, ‘Furious Angels’ compensa de sobra la falta de material dejándose escuchar una y otra vez. Aún así, qué rabia, oigan, ya podría el maldito aussie pasarse por el estudio y regalarnos temas nuevos. Me da por investigar y veo que la Wikipedia no dice nada y que la única página que encuentro (llevada por fans) no se actualiza desde 2006. Al final lo pillo en Twitter y descubro, alucinen, que ahora se dedica a los vinos de crianza. Lleva uno llamado La Peira en Damaisela, con viñedos en Francia, y alguna web especializada le adjudica un 98 sobre 100. No me parece mal retiro para esta bestia.

V the Wanderer