Tenemos la teoría de que no hay gol feo, de que todos tienen su intríngulis, su arte más o menos latente. Hay pocas suertes tan estéticas, tan bellas en el concepto, y si Manolo Escobar sostuvo aquello de que ‘Goles son amores’, nosotros descendemos la pasión unos tres palmos (del corazón a la entrepierna) y argumentamos que, visionando algunos, no nos faltan ganas de bajarnos pantalón y calzoncillo y empezar a amasar con violencia. No nos podríamos pasar la vida escuchando música, pero sí viendo goles.

A continuación, viene un repaso por 14 golazos, un ránking que hay que matizar: no son los mejores ni lo más claves de la historia del fútbol, pero sí buena parte de los más locos, de los menos académicos, a pesar de la espectacularidad. Nos hacen gracia, hasta el desternille, los tantos insólitos, surrealistas, contranatura, los motivados por decisiones que no vienen a cuento. Huelga decir que muchos se han quedado fuera, pero estos pueden valer, bien para cascársela cual chimpancé, bien para otra empresa menos vulgar: antes de morir, en lugar de ver pasar los momentos de nuestra vida, nosotros queremos mejor admirar esta relación de golitos. Y pajearnos, que una cosa no quita la otra, mientras expiramos.

1. Stanic juega al reloj y ostión por la escuadra

El croata Mario Stanic, ex del Sporting de Gijón, debutaba aquel día con el Chelsea. Sucede que el balón de un compañero ya le llega regular. Le bota díscolo y, antes que bajarlo al césped, prefiere seguir con un festival de toques, como aquel juego llamado ‘el reloj’ en el que hay que procurar que la pelota no toque el suelo impactándola con cualquier parte del cuerpo. La cosa es que el delantero ‘blue’ le da primero con la rodilla y luego con el empeine. No cae la bola, él se crece en confianza y decide que, ya que está, mejor acabar la jugada él solo, porque a mí se me ha puesto dura pero a él, la pelota, muy presentable para un golpeo bien caballero. Está lejísimos, a más de 30 metros, y esos goles imposibles sólo salen con 15 años en el patio de un colegio jugando al toquitres, y aquel día contra el West Ham.

2. Le Tissier la lía parda a trote cochinero

El bonachón de Le Tissier, con su metro noventa largo, barriga cervecera y aspecto apático, rompe dos cinturas como quien no quiere la cosa, en cámara hiperlenta. A 35 metros largos de distancia sus opciones son escasas: pase al compañero paquete que intenta desmarcarse o a seguir avanzando y enviando rivales al quiropráctico. Pero no. El inglés, que no había nacido para correr, saca la derecha a pasear y lanza un órdago: ostión y a tomar por culo. ¿Resultado? Escuadraca buena. Y sin pillar carrerilla. Le llamaban ‘Le God’, y les sobraban los motivos para hacerlo.

3. Chilenón de Falcao

Ahora todo cristo hace chilenas, pero ojo, que no es fácil encontrar la cabriola perfecta. En este gol (para mí, el mejor de 2012) el colombiano Radamel Falcao resuelve un córner pelín pasado que, en principio, iba para acomodarle el balón de cara a una volea. Ni remate de cabeza ni control de pecho, pa qué. El ‘tigre’, en un amistoso veraniego intrascendente que invita a sestear, vuela y caza en voltereta desde más allá del punto de penalti y de costado un centro dificílismo. La plasticidad es perfecta, digna de estudiarse en la inexistente Universidad de la Chilena, pero aún lo es más el golpeo furibundo que le da efecto a la pelota y la aloja en la jodida escuadra. Chilenas así de volanderas me reconcilian con el ser humano y hacen del mundo un lugar más cálido.

4. Yeboah, el negro que enloquece

Veo una y otra vez el gol y tengo claro que al ghanés Yeboah le gobierna una cosa mala así por dentro durante seis segundos, lo que tarda en recoger un balón aéreo en tierra de nadie, controlar con pecho y rodilla, amagar con la izquierda y pegarle un latigazo con la derecha a la escuadra desde fuera del área. Todo ello, prácticamente enloquecido, a ritmo de locomotora desbocada y aplicando una fuerza innecesariamente desmesurada. Con menos violencia, al fibrado negro del Leeds, acaso poseído por la fuerza animal de una pantera, ya le habría servido para marcar. La brutal energía liberada en esos seis segundos sirve para iluminar durante dos años una ciudad como Badajoz.

5. Exteriorazo cósmico de Cissé

Papiss Cissé es una maravilla de la naturaleza, un toro, el Superhombre de Nietzsche en versión negra y gangsta. Él no es hombre de tiki-taka ni nació con el gen Barça. Para Cissé, el fútbol se limita a correr y meter hostiones. Veo el gol y lo tengo claro: cuando el balón aparece suelto por allí, en su cabeza sólo existe la posibilidad de embestirlo con toda su fuerza. Y de casualidad, le da con el exterior. La curva es perfecta. Es la belleza de la física. Pero Cissé no entiende de eso. Él lo único que quiere es meter cañardos como si no hubiera un mañana.

6. El voleón irracional de Patrick Berger

De un balón raso que se eleva por inercia en el forcejeo con un rival, el checo Patrick Berger hace una obra de arte. Centrar a la olla o pasar a la banda es de cobardes, debió pensar, así que a la media vuelta, la pelota se puso tierna y le cascó un voléon con la zurda. Está muy lejos y no viene a colación, sí, pero es verdad que el césped liso como una moqueta convirtió el cuero en un caramelito. A veces me pasa que voy por la calle y sueño con que me caiga del cielo un balón templadito, presto para empalmar. A Berger le debería pasar lo mismo. Vio el esférico a altura tan ideal y bajando con rosquita, que decidió tirar: aquí hemos venido a jugar. El resultado es una parábola brusca: el balón se eleva muy alto y cae rápido, a la manera de ‘folha seca’, con el portero desarmado ante tal hipotenusa de locos.

7. Contraataque y volea de Van Persie

Lo normal sería acabar contragolpes así con una jugada de tiralíneas, con balones rasitos más o menos en profundidad para que el delantero, ya cerca de la portería, la clave con más o menos gracia. Y más en un Arsenal, entregado al toque preciosista y a la triangulación ‘delicatessen’. Pero aquella tarde Van Persie había quedado y tenía prisa. El contraataque eléctrico de su equipo acaba en un buen centro que, sin embargo, le pilla en la frontal del área, algo lejos. ¿Qué hacer? ¿Controlar con el pecho y buscar a un compañero? Mejor empepinar, aun sabiendo que tu delirio puede acabar con el balón flotando en el Canal de la Mancha. Pues esta vez no. Van Persie va en carrera y salta prodigiosamente como si fuera un dibujo animado para inventarse en el aire un gardelón cruzado. Y nosotros, morcillones.

8. Zlatan hace taekwondo

El fútbol encorseta y acaba por limitar los repertorios. Pero no a Zlatan, dechado de recursos y soluciones. El credo de Ibrahimovic es impactar el balón como sea y con lo que sea, por escorado que esté. La frontera entre la heterodoxia y la maravilla se vuelve aquí bien fina. En este gol el delantero sueco aplica la ley del mínimo movimiento. Cualquier otro hubiera intentado controlar en el área como buenamente se pudiera y a partir de ahí probar algo. Él, mientras se zafa de un defensa que le toca los huevos, tiene suficiente con poner el cuerpo y el exterior del pie e imprimirle a la pelota centrada una notoria candelaria entre Kung Fu y los Gemelos Derrick. Un planchote legal que contraviene a lo esperable. Aprovecha la inercia del córner y el cuero sale endiablado hacia la red. Antología del toque disparatado.

9. Jimmy Floyd, cañardo de bestia parda

La jugada empieza de manera irracional, y parece que se va al traste cuando el bueno de Tore Andre Flo (‘Flonaldo’) hace una media chilena para evitar que la «bimba» salga fuera. Caos. Hasta que aparece Jimmy Floyd y pone un poco de coherencia al asunto: control de pechaco perfecto, arma el cañón y suelta un latigazo certero que bien podría ser considerado como una arma de destrucción masiva. Porque si algún jugador ha estado a punto de imitar a Oliver Aton y romper un muro de hormigón de un pelotazo, ése ha sido Jimmy Floyd. Ahora ya es tarde, pero  alguien debería haberle dicho: “Negro, tranqui. Que si entran más flojas también cuentan”.

10. ‘Monsieur’ Henry, mediavuelta y al ángulo

Henry habrá recibido la pelota estando de espaldas al borde del área unas 8.000 o 10.000 veces en su carrera. Así que cabe preguntarse: ¿Por qué ese día le dio por hacer eso? ¿Qué coño pasó por su cabeza en este preciso partido? ¿Por qué en vez de controlar o pasar a un compañero cómo está establecido por las sagradas leyes del balompié, decidió abandonar el rebaño y darle un suave toque a la pelota, girarse -con la consiguiente rotura de cadera del pobre defensa- y meterle candela dirección escuadra? Probablemente ni el propio Henry sepa la respuesta. Ahí radica su genialidad. Y nuestra erección al verlo.

11. Bergkamp, delicatessen y para dentro

Adri y yo teníamos 14 años cuando Holanda nos despertó de la siesta del verano mundialista, en 1998. He aquí la sublimación perfecta del juego directo: una diagonal de 80 metros a cargo de Frank de Boer la recoge Dennis Bergkamp en el mejor control de un balón en la historia reciente. Eso es el 60% del gol. Luego viene el 20% del recorte con un toque para dejar a cuadros al defensa Roberto Ayala. El 20% restante viene en el disparo. Después de tanta maravilla en un metro cuadrado y en tres segundos, el chut podría haber sido apañadito, normalero, más modesto, rasa o a colocar. Para nada. Bergkamp, que sólo marcaba golazos, la clava con el exterior en la escuadra. El portero Roa y toda Argentina flipan ante tal ejemplo de técnica depurada; uno de los mejores goles de la historia de los Mundiales. Y encima, con la mística: fue en el último minuto del partido y dio la clasificación a Holanda. Supongo que Adri y yo nos toqueteamos (cada uno a sí mismo) en el sofá aquella tarde.

12. Ibrahimovic y la chilena total

La primera vez que vimos el gol de Ibrahimovic, a todos nos entraron ganas de reventar nuestra zambomba por la espectacularidad, plasticidad y genialidad de la jugada. Con las hormonas más calmadas, llegó el momento de analizar el chilenón desde un punto de vista científico. Y la líbido se volvió a disparar. El placer nace de la destrucción de las leyes de la física. Y es que resulta totalmente inverosímil hacer una chilena desde más allá de 30 metros, enganchando la bola a más de dos metros del suelo, y que ésta entre por el centro de la portería sin haber botado ni una sola vez.  El gol es pura irracionalidad, salvajismo, rebelión. Es la chilena de todos los tiempos. Sueco cósmico, ¿de qué planeta viniste?

13. Voleaca desde el cielo de Bale

Lo que mola de las voleas es lo que viene antes de las voleas. Cómo el jugador se para, se gira, arquea su cuerpo, arma la pierna y la suelta. Pero en este caso, no. Lo molón del gol de Bale es que suelta un canano a tres metros de la portería, enganchando la pelota casi en el cielo. Un zambombazo durísimo, de violencia animal, predestinado a recibir una querella criminal. Pero la furia del chut va acompañada de una parábola exquisita, de abajo hacia arriba, trazando una irresistible curva que es una delicia para los sentidos. Y yo, que cómo Raúl soy muy de voleas, envidio a Bale. Durante esta vida, antes de morir, yo también quiero enganchar un voleón así.

14. El ‘DiCaniaco’

El remate de Di Canio, ese jugador de nobles patillas con el que no me gustaría pelearme, es para ponerse a babear. Y reflexionar: ¿Por qué ese remate de tijera hacia adelante, que ciertamente no requiere de grandes dotes técnicas ni físicas, se ve tan poco en los terrenos de juego? Quizás porque todos los jugadores saben que este gol es insuperable. Una perfecta coreografía que empieza con un pase templado regado con grandes dosis de elegancia, un salto medido y gacelesco, y un remate con la rosca justa y necesaria para enviarla al lado opuesto. Por un momento, el fútbol se transforma en un bello ejercicio de ballet. Y eso tiene mérito, especialmente si el protagonista resulta ser un loco fascista italiano.

raúl y Withor