Sólo te pedimos que hagas click y escuches los primeros segundos; nos lo agradecerás. Estas son las tres canciones que lo están petando en Japón ahora mismo. Entra y lee un par de frases, hombre. Venga. No te vas a creer la música que recomiendan estos pavos. Dale click a todo lo que tengas por delante. Hay que verlo para creerlo. Estos chavales hacen magia con unas líneas. Lee hasta el final y aguanta sin derramar una lágrima si puedes. Click, click, click.

La elección de V

SMASH MOUTH – DISCONNECT THE DOTS

Esto va pareciendo un aireadero de trapos sucios o un especial de Confesiones, con Carlos Carnicero poniéndose los auriculares y tapándose la boca, así que de perdidos al río: no se imaginan la candela que le metí a los dos primeros compactos de Smash Mouth. De lijarlos en mi radiocedé, palabra. Me interesé por la ahora quemadísima ‘All Star’ a raíz de ‘Mistery Men’, divertida parodia de supergrupo que se adelantó una década a su momento. Luego Encinas, que tenía una de las primeras grabadoras de cedé del instituto y por lo tanto era una industria cultural en sí mismo, me grabó el frenético ‘Fush Yu Mang’. Y flechazo.

Yo me estaba quitando del punk-rock californiano y aquel pildorazo de ska-punk aceleradísimo y despreocupado me sentó de maravilla. Era una fiesta de trompetas, de voces chulescas que huían del griterío jarcor y de guitarras que hacían wa-wa a toda prisa. Energía, levedad y algo de arrogancia juvenil: mimbres con los que se ha hecho mucha música de anuario. Luego la banda se volvió vaga y comercial (el cantante llegó a decir que el éxito era cosa fácil y que componían temas más lentorros porque tocar deprisa era cansado), aunque lo compensaron con un teclado espacial muy de finales de los 90 y algún hit perdonable.

Les perdí la pista rápido pero para entonces ya había pagado por ‘Astro Lounge’ y memorizado su primera referencia tema a tema, incluído este corte con un mensaje casi de reggae: no te estreses, no te dejes hundir por tus miserias, desconecta y confía en el mañana. Y luego cerraba el compacto una revisión estupenda del ‘Why can’t we be friends’: queda claro que no querían problemas. Qué cosa menos punk, ¿no?

La elección de Withor

SINIESTRO TOTAL – SEXO CHUNGO

Ha muerto Germán Coppini y se le ha dado mucho más bombo del que me esperaba. No es que hubiera pensado en esta hipotética situación con anterioridad, pero imaginaba al cántabro como el típico artista que cuando se convierte en finado nos enteramos cuatro. Quizás le ha “beneficiado” haberse bajado del mundo en plena Navidad, una época en la que los medios están ávidos de noticias y la muerte de un cantante de la movida siempre sirve para llenar unos buenos minutos (no se engañen, es triste pero las cosas realmente funcionan así).

Pero si olvidamos la cantidad y nos centramos en la calidad, mi decepción ha sido mayúscula al ver que se obviaba sobremanera su (corta) etapa como cantante de Siniestro Total. Cierto es que Golpes Bajos es su grupo-emblema, pero no jodamos, ser la cabeza visible de uno de los primeros grupos de punk que hubo en la piel de toro es para ponerlo destacado en el currículum. Sin embargo, en líneas generales, se mencionaba el hecho de pasada para centrarse en la etapa Golpes Bajos y su posterior olvido (el ‘rise and fall’ tira mucho) con ‘No mires a los ojos de la gente’ siempre de fondo.

No volveré a hablar otra vez de mi amor por los primeros discos de Siniestro Total, puesto que ya lo he hecho en algunas ocasiones. Pero miren el videoclip, las pintas y la forma de cantar de Coppini, y no digan que no es para estar orgulloso. Quizás él no era punk y que le acertaran con una botella de cristal en plena pierna no ayudó mucho. Tampoco importa. Alcemos nuestras copas y brindemos por Coppini. Él, lo quisiera o no, es uno de los nuestros.

La elección de Raúl

ELLIOTT MURPHY – GREEN RIVER

Eran años de universidad y la televisión hizo mucho. Ya era madrugada y mediados de la década de los 00 cuando Elliot Murphy salió en el programa de Buenafuente cantando en directo esta canción. El estereotipo dibujaba el clásico cantautor norteamericano, desde los 70 a la actualidad, más o menos desconocido en Europa, más o menos a la sombra de los grandes nombres del género, más o menos malviviendo feliz en garitos (hasta toca en Murcia), aún a sus más de 60 tacos. Pardillos nosotros, dichosamente sugestionables, ‘Green River’ tuvo algo de epifanía, con esa cadencia torrencial, con el fraseo nasalísimo que hace inevitable la comparación con Dylan, con los aires acústicos que no esconden, pese a todo, estar ante una esencia eléctrica de puro rock.

A Elliott Murphy le seguimos unos años. Aún dio tiempo de grabarlo en nuestros recopilatorios, cassettes incluidos, en el estertor del formato. Luego se nos diluyó la euforia, pero fue bastante para que vuelva de vez en cuando y nos recuerde que igual sólo el azar, la suerte, la volatilidad artística, hicieron que su amigo Bruce Springsteen, por poner un ejemplo, triunfara masivamente, y él no. Habrá quien le dispense la etiqueta malgastada de compositor de culto, pero yo prefiero no lamentar tanto e imaginármelo simplemente como estrella posible o latente. En un universo paralelo, Murphy (que vive en París, saca un disco al año y va al gimnasio) llena estadios, tiene rango de mito, se codea con Bob Dylan en los libros de historia y, lo más importante, no es objeto de un descubrimiento de perfil bajo, a cargo de unos universitarios, en un ‘late’ a las tantas.